domenica 15 settembre 2013

El informe secreto de Pinochet sobre los crímenes



Por : Mónica González en Reportajes de investigación Publicado: 10.09.2013

Una investigación ordenada por el general Augusto Pinochet y realizada entre marzo y abril de 1976 por su ministro de Defensa, general Herman Brady, sobre los “juicios instruidos contra personal del Ejército por abuso de sus funciones” revela episodios desconocidos de la violencia indiscriminada después del Golpe, agrega numerosas víctimas que no aparecen consignadas en el Informe Rettig y demuestra que las autoridades del régimen conocieron los crímenes y sepultaron sus huellas.
En marzo de 1976, Augusto Pinochet ordenó investigar las violaciones a los derechos humanos cometidas por sus tropas. Así, como suena. El anuncio de la visita de una delegación de parlamentarios demócratas norteamericanos, la inminente reunión de la OEA (en junio) en Santiago además de las crecientes condenas a Chile por la violación a los derechos humanos provocaron la insólita decisión. Ordenó informar y sus subordinados lo hicieron. En un extenso documento se detallan 93 casos de asesinatos, violaciones a mujeres y torturas. Lo que devolvieron las fiscalías militares no fue del agrado del entonces presidente de la Junta Militar. No era presentable. El informe ordenado por Pinochet desapareció. Nadie más supo de su existencia.
El general lo pidió en cuanto se enteró de la visita a Chile de los congresales estadounidenses Toby Moffett, George Miller y Tom Harkin. Y peor: los extranjeros pedían una audiencia con Pinochet para plantearle las graves violaciones a los derechos humanos que se cometían en Chile. Pinochet estaba frenético. Todavía repercutían los ecos del reportaje publicado sólo días antes por The New York Times revelando, por primera vez, las discrepancias en la Junta Militar en torno al poder de Pinochet y de la DINA, y también frente el conflicto mayor: los plazos para la llamada “normalización” del país.
General Gustavo Leigh
El influyente diario norteamericano no inventó la crónica. Sus reporteros obtuvieron una detallada información de lo que ocurrió en la sesión de la Junta Militar del 5 de enero de 1976. Fue el general Gustavo Leigh quien abrió el fuego. Con un tono más agudo que el habitual en esos días de soterrado conflicto con el presidente de la Junta, le pidió que levantara el Estado de Sitio y dictara un Acta Constitucional resguardando los derechos ciudadanos. Pero no se quedó ahí. Hizo una pausa y con voz más alta y enérgica pidió que el coronel Manuel Contreras fuera sacado de la dirección de la DINA. Mendoza, como era su costumbre, calló y agachó la vista. Y Pinochet, rojo de ira, optó por la salida más conveniente: dio por terminada la sesión. La prensa nacional nada informó.
En esos precisos días la batalla entre la DINA y la DIFA (Dirección de Inteligencia de la Fuerza Aérea) se había agudizado. Con despliegue de armas los hombres de ambas reparticiones se disputaban en las calles su botín de guerra: los prisioneros que más tarde figurarían en la nómina de detenidos desaparecidos. Y en ese preciso mes de marzo, Contreras iniciaba su plan más ambicioso.
En la tranquila calle Doctor Charlin (N° 1475) de Providencia, la DINA instalaba un cuartel tan secreto como sus cárceles. Desde allí se estructuraría el sistema de financiamiento de los batallones de la “Operación Cóndor”, el plan de coordinación con los servicios de Seguridad de las otras dictaduras del Cono Sur. En ese mismo mes de marzo, el general Jorge Rafael Videla asumía como jefe de la dictadura en Argentina. Días más tarde, Contreras se haría ungir en escritura pública –con la firma del Ministro de Economía y del director ejecutivo de la Corfo– como presidente de la Pesquera Chile. Más de 30 empresas y millones de dólares del presupuesto nacional –que salían en partidas secretas– alimentarían el terrorismo internacional.
Pinochet no estaba dispuesto a ceder poder ni a licenciar a Manuel Contreras. Tampoco podía desafiar a los parlamentarios estadounidenses y menos a los delegados a la crucial reunión de la OEA que se desarrollaría en Santiago. Ambas cosas más la delación interna de los crímenes podían hacerle perder los 25 millones de dólares que el FMI acababa de otorgarle y los 150 millones más que le anunciaba el BID.
Por eso uno de sus más estrechos aliados, el general Raúl Benavides, ministro del Interior, organizó un inusual y sorprendente “acto de desagravio” a su jefe. El 27 de enero de 1976 ocho mil soldados desfilaron desafiando la “afrenta del enemigo”. Toda una parafernalia destinada a demostrar a los “dubitativos” del régimen la férrea unidad en torno a su único conductor: Pinochet.
Pero la única guerra que libraba los hombres de Pinochet era contra chilenos. Mientras algunos se envolvían en una burbuja disfrutando con la Unión Española como único líder del fútbol local y repletaban los cines para conmoverse con los sufrimientos de Papillón, en esas precisas horas, decenas de ciudadanos yacían torturados y moribundos en las cárceles secretas de la DINA. Lo que se vivía en muchos sectores del país eran los efectos de un Ejército de ocupación.
9 de marzo de 1976. Ese día Pinochet le envió un oficio “secreto” –ver facsímil– a su ministro de Defensa, general Herman Brady, pidiéndole con extrema premura “una información completa de las Fiscalías, Consejos de Guerra y/o Juzgados Institucionales” con los procesos instruidos contra militares “frente a denuncias hechas por particulares por posibles infracciones a los artículos 150 del Código Penal o 330 del de Justicia Militar, según corresponda; o con arreglo a lo prevenido en la legislación general del país y en especial en el artículo 1° del Decreto Ley N°1.009 del 8 de mayo de 1975”.
Bajo el enunciado “numerosas personalidades han solicitado audiencia al Presidente de la República para plantearle entre otras materias, sus inquietudes sobre la aplicación práctica en la protección a los derechos humanos”, se pidió un resumen con ítems precisos de causas cuyo desglose pudiera ser usado por Pinochet para mostrar frente a los demócratas de Estados Unidos los castigos ejemplarizadores que el Ejército había llevado a cabo en todo el país para controlar todo abuso de poder.
De su puño y letra, Pinochet tarjó –en otro documento, un borrador– que la información era requerida frente a la “próxima visita de tres congresales de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos”. Lo cambió por “necesidad de conocer estado de procesos e investigaciones a funcionarios que se han propasado en sus atribuciones”.
El jefe del Estado Mayor del Ejército, general Gustavo Álvarez, debió transmitir la urgencia de Pinochet a Brady.
Brady le respondió a Pinochet el 30 de abril. El enunciado del escrito –rotulado también como “SECRETO”– señalaba los verdaderos objetivos del informe: “Remite antecedentes solicitados por el Presidente de la República y otros solicitados por la Delegación de Chile ante la Conferencia de la O.E.A.”
La comisión chilena ante la OEA había pedido información acerca de cinco casos, además de estadísticas. Entre ellos figuraban el baleo de la doctora Sheila Cassidy y la muerte de Dagoberto Pérez.
El contenido de la investigación desarrollada por el Ejército –que entrega información y detalla el contenido de 93 procesos en la Justicia Militar– llegó a las manos del general Pinochet. Leerlo es casi como leer los informes de un Ejército de ocupación que comete todo tipo de tropelías sin límite: asesinatos, torturas, robos, desaparecidos y violaciones a niñas de sólo 12 ó 14 años.
La mayoría de las víctimas del informe no se encuentran incluidas en el documento oficial de la Comisión Rettig. También, en las nóminas de Brady aparecen ciudadanos “N.N.” que fueron ejecutados y cuya desaparición nunca fue denunciada.
La lista de Brady contiene el detalle de 93 juicios que la Justicia Militar tuvo en sus manos por crímenes cometidos por uniformados y que en su amplia mayoría terminaron sin condena. Un informe que fue sepultado en el escritorio de Pinochet un día de abril de 1976.
Muerto por abrir la puerta. De entre las causas por “homicidio” que informa el Juzgado Militar de Santiago a Brady, varias merecen ser transcritas.
General Herman Brady durante su juramento
Bajo el ROL N °502-73 se encuentra el proceso iniciado el 24 de octubre de 1973: “El 23 de octubre de 1973, alrededor de las 23.15 horas, Miguel Estol Mery fue muerto en el interior de su domicilio ubicado en Avenida Manquehue Sur N° 600, por una ráfaga de fusil SIG que lo alcanzó en la región mamaria superior externa derecha y en el flanco derecho del abdomen. El autor de los disparos fue el cabo Víctor Muñoz, integrante de una patrulla compuesta por personal de la Academia Politécnica Militar, la que, en cumplimiento de órdenes superiores, ubicaba en ese domicilio a Miguel Estol hijo, quien días antes había tenido un altercado con un subteniente de esa unidad. El señor Estol, al sentir ruidos en el exterior, salió afuera y al ver a los militares se paralogizó y regresó corriendo al interior de su casa siendo impactado por el citado cabo en los momentos en que trataba de cerrar la puerta de su morada”.
La denuncia fue presentada por el abogado Álvaro Larraín. El dictamen de la justicia: condena a 5 años y un día por el delito de violencia innecesaria causando la muerte. Pero la sentencia definitiva fue otra: “Absuelve por no haber convicción de haberse cometido un hecho delictivo”. Dictamen aprobado por el comandante en jefe de la II División de Ejército.
Miguel Estol no figura en el Informe Rettig.
La marihuana mata. Tampoco figura en el Informe Rettig el caso de Orlando Zambrano Sepúlveda, muerto de un disparo el 28 de abril de 1974 a manos de una patrulla del Regimiento Buin, cuando –según la misma investigación que registra el parte–, se encontraba en calle Muñoz Gamero esquina de Andrés Olivar, a las 15:30 horas, en compañía de otros nueve jóvenes.
El parte que consigna el juicio ROL N°474-74 dice: “A esa hora una llamada telefónica al Regimiento Buin, denunció que un grupo de más de 10 personas se hallaba fumando marihuana” en la mencionada esquina. El joven Zambrano falleció en la persecución.
El caso fue sobreseído. La justicia militar dictaminó que el hecho no era constitutivo de delito.
Arrancando el cuero cabelludo. Hay escenas de salvajismo. El 3 de abril de 1974, se inició una investigación (ROL N°514-74) a partir de un parte enviado por la 5ª Comisaría de Carabineros el 25 de marzo de ese año. Los policías habían encontrado en un sitio eriazo de Américo Vespucio Norte esquina Recoleta los cuerpos sin vida de Jorge Sandoval Astorga y Carlos Estay Miranda.
El parte policial es conciso pero aterrador: “El día anterior, los sujetos habían sido interceptados en General Gamboa esquina Cardenal Caro por una patrulla de soldados que viajaban en un bus E.T.C. quienes les cortaron el pelo y arrancaron el cuero cabelludo al fallecido Estay”.
La denuncia se centró –formalmente– contra una patrulla de la Fuerza Aérea y fue sobreseída temporalmente “por no haber indicios para acusar de autor a determinada persona”. El sobreseimiento fue confirmado más tarde. Ninguno de los dos asesinados figura en el Informe Rettig como víctimas de violencia.

Cantar era delito. Otra de las víctimas que no figura en el Informe Rettig es Manuel Segundo Palma Henríquez. Su juicio por homicidio lleva el ROL N°756-74 y fue iniciado el 8 de agosto de 1974.
El parte enviado por la Tenencia Roosevelt el 30 de diciembre de 1973, señala que ese día a las 09.30 horas, a raíz de una llamada telefónica, el cabo José S.S. junto al carabinero Luis J.O. se constituyeron en la ribera norte del río Mapocho, frente al Campamento Tania. En el lugar, se encontraba el cadáver de Palma Henríquez, con heridas a bala en distintas partes del cuerpo. El parte policial consigna: “La madre del difunto señala que el día anterior, Segundo Palma fue sacado desde el interior de su casa por militares debido a que se encontraba cantando a viva voz y diciendo garabatos. Los militares no fueron identificados”.
El caso también fue sobreseído.
EL SUBTENIENTE LOCO. La locura como causal de ineptitud para ser juzgado no es monopolio de Pinochet. También lo era un año después del Golpe militar. Así lo estableció la justicia militar en el proceso caratulado con el ROL N°890-74, iniciado el 12 de noviembre de 1974, a partir de la detención de Agustín Contreras Santander y Manuel Jesús Valencia Cáceres “por presuntas injurias proferidas contra las FF.AA. y la H. Junta de Gobierno”.
Ambos detenidos fueron llevados hasta el Cuartel de la Sub-Agrupación “Yungay”, donde quedaron detenidos. Al día siguiente, dice el informe, “asumió servicio como Oficial de Guardia el subteniente de reserva Juan Martínez Oyaneder, quien impuesto de la existencia de los dos detenidos mandó traerlos a su presencia y sin motivo racional aparente les causó lesiones que en definitiva les causaron la muerte. Acto seguido, procedió a enterrarlos en una fosa que él mismo había cavado. Se encuentra establecido que el oficial se hizo asesorar por el sargento 2° de reserva Gustavo Marambio Olmos y los soldados conscriptos Arcadio Lobos Cisterna y Luis Castro Guajardo, quienes violentaron físicamente a los detenidos produciéndoles -–en opinión del Fiscal Instructor– lesiones de carácter leves”. El Consejo de Guerra condenó a 15 años y un día a Martínez por homicidio calificado. Sus subalternos se llevaron 60 días de arresto militar como cómplices.
La sentencia, sin embargo, terminó ordenando nuevas diligencias “relativas al estado psíquico del acusado Martínez” y terminó sin condenas.
MILITARES QUE DENUNCIAN. Las aberraciones no son exclusivas de Santiago. En el Juzgado Militar de Concepción, la muerte de José Tiznado Aguayo, el 16 de junio de 1974 y denunciada por un cabo 2° del Ejército, también fue sobreseída. El juicio lleva el ROL N°858-74, no tiene mayores precisiones, salvo la identificación del “autor”. Tiznado tampoco aparece en el Informe Rettig.
Y existe otro proceso, más extraño. Iniciado por el jefe de la 2ª comisaría de Carabineros de Chanco en funciones el 21 de noviembre de 1973. El policía denunció el homicidio de Juan Villaseñor Jara (juicio ROL N°11-73) e identificó a los soldados José Sepúlveda Vergara y Raúl Aguilar Oyarce como los autores. El fiscal del caso, a juzgar por la sentencia que propuso, estaba por sancionar aunque fuera tibiamente los hechos:
“Solicita se condene a los soldados a la pena de 5 años y un día de presidio mayor en su grado mínimo, como autores de la muerte de Juan Villaseñor Jara, en circunstancias que los soldados lo sorprendieron conduciendo un vehículo con luces apagadas y lanzarlo encima de los soldados”. Pero el Consejo de Guerra absolvió a los militares.
Tuvieron que pasar los años para que el Informe Rettig le hiciera justicia a Villaseñor: “Tenía 37 años, era casado y tenía dos hijos. Era buzo submarino, pequeño industrial de la zona y militante de la Democracia Cristiana. El 21 de noviembre de 1973 transitaba en su vehículo en mal estado, había tenido un altercado. Estas personas dispararon a la cabina, resultando el conductor con un impacto en la cabeza sin salida de proyectil que le provocó su muerte instantánea, constituyendo este hecho un abuso de poder”.
SANCION EN ESCUDOS. En Talca se desarrolló un juicio que llama la atención. Bajo el ROL N° 024-74, se registra el proceso seguido por la Fiscalía de Ejército de esa ciudad y que tuvo como denunciante al Comisario Subrogante de la 3° Comisaría de Talca. El fiscal pidió condenar a Jaime Puebla, a la época capitán de Ejército, como autor del delito de lesiones graves a Jaime Achurra García; y a la pena de tres años de presidio menor en su grado medio como autor del delito de homicidio de Francisco Silva Parot”.
El Consejo de Guerra condenó a Puebla a “una multa de E° 600 (escudos) por lesiones y a 3 años de presidio por homicidio. No se remite la pena. Resolución del comandante en jefe de la III División del Ejército”.
Silva Parot tampoco aparece en la nómina de víctimas de violencia política en el Informe Rettig.
EXTRAÑO CUMPLIMIENTO DEL DEBER. El comandante en jefe de la III División, no actuó de la misma manera en otro juicio cuya víctima no está incluida en el Informe Rettig. Se trata del proceso que aparece bajo el ROL N° 232/74, iniciado el 20 de marzo de 1974, en el que aparece como denunciante el subteniente del Grupo de Artillería N°3 Silva Renard, Marcelo Palma Fontana.
El fiscal pidió sobreseer definitivamente la causa “respecto de la muerte a bala ocasionada a Hugo Gómez H., por el cabo 2° del Ejército José Romero Fuentes, por haber actuado en actos propios del servicio en cumplimiento del deber”. La resolución del comandante en jefe de la III División del Ejército fue sobreseer temporalmente la causa.











 FALSEANDO LA HISTORIA. Uno de los juicios que grafica cómo actuaba la justicia militar de la época, es el que da cuenta del homicidio de Oscar Arros Yáñez, de Concepción. Bajo el ROL N° 797/75, y con fecha 30 de noviembre de 1975, el resumen del fiscal indica: “Da cuenta del accidente ocurrido en operativo practicado por personal del CIRE de Concepción (el que dirigía en calidad de subrogante  el capitán de fragata Hugo González D’Arcangeli), causando la muerte de Oscar Arros Yánez al tratar éste último de arrebatarle el arma que portaba Arturo Calderón Passalacqua. En el forcejeo se disparó un tiro impactando a Arros. Se solicita sobreseer total y definitivamente la causa a favor del funcionario Arturo Calderón en razón de hallarse el autor exento de responsabilidad criminal”.
Y así lo hizo el comandante en jefe de la III División del Ejército. Pero el Informe Rettig cuenta otra historia: “Arros, de 27 años, casado, una hija, era estudiante de la Universidad Técnica del Estado y trabajaba como tornero en la Empresa Nacional del Carbón (ENACAR). Militante del MIR, fue detenido en su lugar de trabajo el 26 de septiembre de 1975 por agentes de la DINA y llevado al Estadio El Morro de Talcahuano. El 28 de septiembre su cuerpo fue encontrado en la morgue del Hospital de Lota Bajo con evidencias de haber sido torturado y con impactos de bala”.
MUERTO EN LA OSCURIDAD EN VALDIVIA. En Valdivia, la situación no fue distinta. En la causa ROL N° 1.601/73, iniciada el 30 de noviembre de 1973, se dice en el resumen de la vista del fiscal:
“El día 28 de noviembre de 1973, el subteniente Marcos Aguirre, condujo la patrulla a su mando, compuesta por un SG. y un SLC., hacia el domicilio de Domingo Pérez San Martín, a quien sacaron de su casa, siendo golpeado y falleciendo al día siguiente a consecuencia de las lesiones descritas en los informes médicos. La Fiscalía pide que se le aplique al inculpado 541 días de presidio menor en su grado medio”.
El Consejo de Guerra sobreseyó a Aguirre “en consideración a que éste (el civil) adoptó una actitud rebelde y agresiva contra el personal militar, y como huyó hacia la oscuridad, el personal de la patrulla se abalanzó sobre él y lo redujo golpeándolo con las culatas de los fusiles”.
Pérez San Martín tampoco aparece en el Informe Rettig.
DESAPARECIDO. Ya en febrero de 1975 el Juzgado Militar de Valdivia ocupó la palabra “desaparecido” para iniciar un proceso por la “presunta muerte de Cardenio Ancura Manquean y otros desaparecidos durante los Operativos Militares efectuados durante el mes de octubre de 1973 en Lago Ranco”.
El juicio lleva el ROL N° 27-75 y tiene como denunciante a María Marian. El resumen del fiscal concluyó que, agotada la investigación “no ha sido posible establecer la comisión de delito alguno ni de responsabilizar a persona determinada”. El comandante de la IV División refrendó el fallo.
En el Informe Rettig, Cardenio Ancura Manquean tuvo su espacio. “Casado y con 4 hijos, era agricultor y también trabajaba como lanchero. Militante del PS, participó activamente del proceso de Reforma Agraria. Fue detenido por Carabineros de Lago Ranco y trasladado a la Tenencia de la localidad. De allí fue sacado el 16 de octubre junto a otras tres personas por efectivos de la Gobernación Marítima de Valdivia, dependiente de la Armada. Lo subieron a bordo del vapor Laja y lo ejecutaron, lanzando su cuerpo al lago con dos de sus compañeros. Los cadáveres nunca fueron encontrados”.
SINTESIS MORTAL. Una de las referencias más pequeñas del informe “secreto” -sólo 8 líneas- tiene relación con el juicio ROL N° 27-74. Textual:
“Fecha inicio: 23 de enero de 1974. Tribunal Instructor: Fiscalía Letrada de Valdivia. Tribunal Sentenciador: IV Juzgado Militar Valdivia. Individualización denunciante: Jefe Estado Mayor IV División. Individualización del denunciado: N.N. Resumen (vista) de los hechos: En operativo dispuesto por la superioridad fueron dados de baja los extremistas: Victoriano Matus Hermosilla, N.N., Manuel Paillán y N.N.”
Ni Paillán ni Matus aparecen en el Informe Rettig. Los otros dos “extremistas” N.N. tampoco.
LA HUELLA DE CHENA. En 1974, Rosa Silva Veliz denunció ante el II Juzgado Militar la detención de su marido, Franklin Antonio Valdés Valdés, contador administrador del Sanitario El Pino. La denuncia formó la causa ROL N°274-74. Valdés fue detenido en el hospital por una patrulla militar de la Escuela de Infantería de San Bernardo, comandada por el teniente Pedro Pablo Montobane y conducido al Campamento Chena donde habría sido muerto días después, según relata la denunciante basada en el testimonio de otros detenidos.
El cadáver fue conducido al Instituto Médico Legal, donde se le practicó la autopsia, la que concluye como causa de la muerte “estado asfíctico”. Los hechos habrían ocurrido entre el 28 de septiembre y el 4 de octubre de 1973”.
El dictamen de la justicia militar decretó el sobreseimiento temporal de la causa por no haber convicción de haber cometido el delito. En el Informe Rettig, Franklin Valdés sí aparece: “Murió de un estado asfíctico provocado por agentes del Estado”.
UN CAPITAN SIN JUICIO. El capitán de Ejército Sergio Valenzuela González se fue a retiro en junio de 1988 sin que jamás tuviera que responder por la muerte de Eliseo Segundo Jara Ríos y Pedro Muñoz Apablaza. Así lo dispuso la Fiscalía de Ejército de Valdivia.
El fiscal del caso estableció que Jara Ríos y Muñoz Apablaza murieron “a consecuencia de los proyectiles disparados por personal militar, en circunstancia que eran interrogados por el capitán Valenzuela y se dieron a la fuga”. Pidió el sobreseimiento definitivo. Y así se hizo. Pero la investigación de la Comisión Rettig estableció otra cosa: ambos fueron ejecutados el 27 de octubre en el fundo California.
EL TROZO QUE FALTA EN EL INFORME RETTIG. La muerte de Víctor Hugo Carreño Zúñiga no ocupa más de diez líneas en este informe oficial. Pero entrega la información que falta a lo que consigna el Informe Rettig para este joven de 21 años, soltero y presidente regional de la Juventud Socialista de Valdivia. En la Comisión de Verdad y Justicia se concluyó que Carreño “fue detenido el 4 de octubre de 1973, en su domicilio por personal del Ejército. Fue ejecutado el 5 de octubre durante horas de toque de queda”.
En el juicio que se abrió en Valdivia, y que lleva el ROL N°1.480/73 y tiene como fecha de inicio el 5 de octubre de 1973, el resumen del fiscal concluye: “El fallecimiento de Víctor Hugo Carreño se debió a que trató de huir del vehículo militar que mandaba el subteniente Alejandro Kraemer Pinochet, por lo que la patrulla le disparó. Se pide su sobreseimiento”.
El jefe militar de la zona aprobó su sobreseimiento.
SIN SENTENCIAS NI HUELLAS. El primer juicio del catastro con mención al delito de homicidio está registrado en la Fiscalía Militar de Calama. La víctima es Raimundo Bello S., y el acusado el cabo 2° del Ejército Martín Salamanca, del Regimiento N°15 de Calama. No hay sentencia y Bello no aparece en el Informe Rettig.
LOS NOMBRES QUE SE AGREGAN. El 17 de noviembre de 1975, la fiscalía letrada de Antofagasta inició juicio por el homicidio de Óscar Armando Leiva Jiménez. La denuncia la interpuso el CIRE de Antofagasta en contra del capitán de Ejército Luis Besamat Morales. Pero en 1976 no hubo resolución. En el Informe Rettig se estableció que Leiva, de 27 años, fotógrafo, era militante del MIR y fue ejecutado en casa de familiares por “un funcionario de Carabineros”.
Entre las víctimas por otros casos de homicidio que aparecen consignadas en estos juicios y que no aparecen en el Informe Rettig, figuran Luis Humberto Ferrada Piña, muerto el 4 de diciembre de 1973, en calle Buenaventura esquina Azteca, en Punta Arenas.
Los juicios dan cuenta de nuevas víctimas y atropellos, pero también revela que en esos días de terror hubo militares y carabineros que se atrevieron a denunciar la violencia y a sus autores y que pidieron justicia. Todo ello fue sepultado un día de abril de 1976.

VIOLACIONES  
Un capítulo aparte merecen los juicios por violación. De los 90 juicios a los que pudimos acceder, hay más de 20 por ese delito y casi todos terminan sobreseídos. Ninguna de las víctimas ha sido jamás reconocida como tal.
La causa N°370-74 del 25 de enero de 1974 se inicia con un parte de la tenencia Peñalolén, que informa que ese día “M.M.G., de 14 años, fue interceptada a las 13.00 horas en calle Sánchez Fontecilla por una patrulla de cinco militares que viajaban en un jeep y a viva fuerza la subieron al vehículo trasladándola al interior del Aeródromo Eulogio Sánchez en donde la introdujeron a una casa deshabitada y procedieron a violarla uno por uno”.
Al principal acusado, Carlos Mondaca Cabello, la justicia militar lo sobreseyó del delito de violación y sólo lo castigó con 30 días de arresto por “negligencia en el cumplimiento de su puesto de vigilante”.
La impunidad de los militares en esos días la comprobó dramáticamente A. Flores, de 31 años. A la 1 de la madrugada del 3 de junio de 1974, la mujer  “pidió ayuda a personal uniformado que cubría servicios en la Plaza Chacabuco, para ser trasladada a la casa de su madre. Subió a un bus militar en el que viajaban 15 uniformados. El bus se habría dirigido por Avenida Hipódromo Chile en dirección al Poniente y en una población con calles no pavimentadas el vehículo se detuvo y a viva fuerza habría sido violada sucesivamente por no menos de 4 a 5 uniformados… Posteriormente se la habría abandonado en Avenida Independencia casi esquina Cotapos”. Así se relatan los hechos en el juicio caratulado bajo el ROL N° 605-74.
La causa fue sobreseída “por no haber convicción de haberse perpetrado el delito”.
Las menores de edad no merecieron mayor compasión. Bajo el ROL N° 615-74, se relata el siguiente caso de violación (parte N° 292 de la 12ª Comisaría de Carabineros, del 5 de mayo de 1974). “M. González, de 14 años, habría sido violada el 2 de mayo. Ese día, como a las 23 horas, en el paradero 21 de Vicuña Mackenna, se puso a esperar micro para ir a su casa y fue llevada en un jeep con seis militares uniformados a quienes no conocía. Los militares la llevaron a la ex Radio Luis Emilio Recabarren y como a las 4 de la mañana fue violada por la fuerza por un militar que según sus posteriores averiguaciones sería el cabo Díaz. En ese lugar fue retenida 4 días, la hacían lavar ollas siendo violada en cada ocasión. El informe médico legal de fecha 8 de mayo acredita la desfloración en fecha reciente, no más de 6 a 8 días a la fecha del examen”.
La denuncia es contra “uniformados militares Regimiento N° 7 de Puente Alto”. Pero el dictamen sobreseyó el caso.
Igual suerte corrió la menor Rossana G.F:, de sólo 12 años. Su padre, Juan G., empleado y cuyo domicilio aparece consignado, denunció que su hija fue violada por dos militares del Regimiento N° 2 Motorizado Santa Rosa, cuyos nombres entrega, el 29 de junio de 1974. El juicio ROL N° 662-74, finaliza con un sobreseimiento.
Al mes siguiente, el 10 de julio de 1974, sería Rosa S.S., de 25 años, la que sería “violada por dos militares en servicio y armados los que la detuvieron en su domicilio y la llevaron a otro domicilio en Avenida Cerrillos, donde procedieron a agredirla y violarla”. Así se relatan los hechos en un juicio (Rol n° 671-74) que sólo tiene 10 líneas y que finaliza con otro sobreseimiento.
Los juicios por violación se suceden con abismante sordidez en los relatos en Iquique (el autor es un cabo de Ejército y el denunciante la Prefectura de Carabineros de Iquique); en Antofagasta (el autor y la víctima están identificados y no hay sentencia a pesar de haberse iniciado el juicio en noviembre de 1974), y en Santiago varios. En todos ellos la sentencia fue “absolución”, ratificada por los comandantes de las respectivas divisiones.
Valdivia no fue la excepción. Y uno de los casos referidos retiene la atención:
“Causa N°64/74. Individualización Denunciante: R.M. Iturra”.
Ofreció ir a dejarla a su domicilio y en el trayecto se desvió de la ruta y luego de ser intimada con armas de fuego, ocho militares la violaron, uno de los cuales, el SL J. Maldonado, posteriormente se suicidó en su unidad. Se solicita sobreseimiento total y definitivo”.
Resolución Cdte en Jefe IV D/E. Dictó sobreseimiento total y definitivo”.
Dic*Este reportaje fue publicado el año 2000 en el diario electrónico El Mostradorho y hecho.


venerdì 13 settembre 2013

A 40 AÑOS DEL GOLPE MILITAR EN CHILE REFLEXIONES DESDE LA PERSPECTIVA MAPUCHE

Por Hector Llaitul Carrillanca 
Preso Político Mapuche CAM  
1.     La refundación del Capitalismo en el Wallmapu
El Golpe Militar constituye una acción que tuvo por objetivo la reconquista de los intereses económicos por parte de la oligarquía chilena e internacional, lo que afecto a los chilenos en general y a nuestro pueblo en particular.
El despojo territorial mapuche y el arreduccionamiento de nuestro pueblo,  sobreviviente del exterminio,  son resultado de un mismo conflicto histórico de intereses en donde el golpe militar de 1973 constituye un hito de suma importancia para la historia de nuestro pueblo.
Sin duda con el golpe militar se inicia una de las transformaciones económicas más importante para el Pueblo Mapuche, a través de un proceso de contrarreforma de carácter violento cuyas consecuencias sociales, en el plano de las violaciones a los derechos humanos, ha sido prácticamente invisibilizado por la historia, específicamente,  por las Comisiones de Verdad y Justicia en cuyos informes jamás se habla del Pueblo Mapuche si no sólo de campesinos.
Pero más allá de referirnos a los atropellos que generó el terrorismo de estado en la realidad mapuche, hacemos hincapié en lo que esto significó para nuestro pueblo en términos estructurales, es decir, la imposición a sangre y fuego de un modelo económico neoliberal que, hasta el día de hoy, hace estragos en el Wallmapu.
El golpe militar para el Pueblo Mapuche constituye una nueva arremetida del capitalismo, esta vez a través del fomento a la empresa forestal por parte del estado chileno, para lo cual se establecen una serie de medidas, tales como, el subsidio estatal (Decreto 701), privatización de la producción de la madera y derivados, todo esto teniendo como base la territorialidad mapuche usurpada.
Es decir, la dictadura militar al dejar sin efecto las asignaciones de tierras efectuadas durante la reforma agraria, no  reconstituyo el latifundio tradicional creando las condiciones  para llevar adelante un nuevo modelo económico en base a la actividad forestal, afectando la agricultura y al campesinado, y por su puesto a las comunidades mapuche.
Por lo tanto el Golpe de Estado da inicio a un proceso  de refundación del sistema capitalista, bajo una nueva ideología neoliberal, que requiere de una  reconversión territorial, a través de la industria forestal, constituyéndose en uno de los mayores negocios para los empresarios nacionales y trasnacionales, el segundo rubro exportador después del cobre y transformando a Chile en el segundo país, en el mundo, exportador de celulosa, con ganancias estratosféricas,  para estos grupos económicos. Al mismo tiempo la industria forestal ha ido generando las condiciones para nuevos tipos de inversiones capitalistas como las hidroeléctricas y la minería.
De esta forma las reducciones mapuche fueron acorraladas por estas grandes plantaciones forestales generándose con el ello el conflicto como lo conocemos hasta el día de hoy,  producto de de la expoliación territorial para la explotación y depredación del Wallmapu. Este análisis es lo que define, por lo tanto, nuestra  postura política como organización.

2.     Las organizaciones mapuche y su rol en el conflicto
El movimiento mapuche actual no es el mismo que hace 40 años atrás. Ha habido una evolución tanto en lo que ha su concepción ideológica se refiere como al desarrollo de su práctica política. Si bien, existe una matriz histórica de demanda territorial y justicia para nuestro pueblo, hoy las visiones políticas del movimiento mapuche han madurado con el aporte de las distintas expresiones y organizaciones mapuche, en especial en el transcurso de las últimas  décadas, por lo que podemos afirmar que este movimiento ha enrielado hacia un verdadero proceso de liberación.
Al momento del golpe militar, la dictadura se encontró con un movimiento mapuche permeabilizado por las distintas agrupaciones de izquierda que bregaban por un proyecto de emancipación desde sus concepciones teóricas y prácticas, razón por la cual la realidad mapuche era parte de una visión campesinista y en alianza con el proletariado. Es en este contexto, es que muchas comunidades se movilizaron, pero no desde una integralidad socio cultural e ideológica mapuche, sino más bien como apéndice de la izquierda tradicional o revolucionaria.
La represión generalizada impuesta en todo Chile, también afecta a las comunidades movilizadas razón por la cual muchos militantes mapuche de izquierda fueron asesinados y/o desaparecidos. De esta forma las reivindicaciones mapuche estuvieron apoyadas en el devenir del movimiento social y político chileno en una clara dependencia ideológica,  así se comprende que con las protestas de los años ochenta comiencen a resurgir las demandas mapuche las que tuvieron como referente a los centros culturales y con posterioridad Ad Mapu y Newen Mapu.
Es recién, a partir de los noventa, como parte de una reemergencia de los pueblos originarios a nivel continental, que resurge el tema mapuche con otras características, más centrado en lo propio, en su realidad social y cultural. Es en el contexto de los 500 años que surge en Chile un nuevo discurso, donde cumple un importante rol el Consejo de Todas las Tierras reposicionando la lucha mapuche en una dimensión integral. Pero es sin duda la aparición de la CAM la que marca un antes y un después, de la lucha mapuche actual,  en términos ideológicos y de praxis,  realizando definiciones anticapitalistas, pero a partir de la propia cosmovisión mapuche, así mismo instala una nueva forma de hacer política fuera de los marcos de la institucionalidad.  Un quehacer político autónomo, desde la realidad mapuche y en confrontación con el sistema y el estado capitalista. Configurando las condiciones ideológicas y políticas para la sustentación de  un  proceso de liberación propio.

3.     La restitución de tierras
Al realizar una mirada retrospectiva de estos últimos 40 años, teniendo como referencia el golpe militar y el quiebre que este significó,  se hace necesario analizar también las distintas formas de restitución territorial de parte del Estado chileno hacia el Pueblo Mapuche, partiendo de la base que ninguna política a dado una respuesta efectiva e integral a la reivindicación histórica como Pueblo Nación Mapuche, es decir, la restitución de nuestro territorio ancestral.
La  restitución de tierras  efectuada  durante los últimos gobiernos democráticos anteriores a la Dictadura, en especial, en el corto gobierno de Allende, en el cual se expropiaron cerca de 3 millones de hectáreas, correspondiente al 70% de todo el proceso de Reforma Agraria, dicta mucho de lo que ha sido la política de entrega de tierras de los gobiernos neoliberales de la Concertación y la Alianza.
 Si bien, en el aquel tiempo,  hubo grandes limitaciones ideológicas al no considerar  a los mapuche desde la perspectiva de sus derechos históricos y ancestrales, primando la concepción campesinista,  hay algo que debemos destacar  como experiencia,  y es que dicha política estuvo dirigida, principalmente, en contra de importantes latifundistas comprometidos con la usurpación histórica del territorio mapuche a quienes se les expropió las tierras sin otorgarles ningún tipo de pago o en algunos casos ínfimas compensaciones,  siendo obligados a replegarse, lo que constituyo un acto de justicia y reparación histórica.
Completamente opuesto a este proceso es el sistema de compras de tierra  que ha llevado adelante la Concertación y la Alianza a través de la CONADI,  un verdadero retroceso que se explica por lo que significó el Golpe de Estado y con él la imposición del modelo neoliberal, razón por la cual  los distintos gobiernos de turno han actuado en consecuencia. Por esta razón han evitado la restitución de predios estratégicos, entregando tierras en otros lugares,  generando con ello la división de las comunidades y la dispersión de  estas, sin embargo, cuando esto ha vuelto imposible debido a la lucha de las comunidades,  han premiado a los usurpadores con exorbitantes precios por los predios.
Por lo anterior,  consideramos que dicha política, ha sido cuantitativamente insuficiente frente a la demanda mapuche, pero lo más grave, es que en términos cualitativos,  esta política ha reafirmado al sistema capitalista en el Wallmapu.
 Es decir,  los ricos que usurparon nuestros territorios , que explotaron indiscriminadamente, que en algunos casos,  entregan los terrenos diezmados, nunca pagaron  impuestos o tributaron en la zona,  hoy ya no son  objeto de expropiaciones, si no al contrario, se les paga sumas millonarias de hasta tres veces el valor de la tierra.
Nosotros como CAM siempre hemos señalado que éste tipo de restitución de tierras, restringida en cuanto a devolución territorial y en base al pago de especulativo de los predios,  está lejos de significar justicia para el pueblo mapuche, puesto que el conflicto se soluciona en los marcos del sistema capitalista y no  a través del control territorial mapuche.
Esta forma de resolver los conflicto territoriales  no es la forma planteada en el Proyecto Político Estratégico de la CAM, sobre todo cuando vemos que dichas compras de tierra van acompañada de un sinnúmero de proyectos, como ocurre en el contexto de las ADI, cuya función es  poner este supuesto “territorio recuperado” y los territorios mapuche en general,  a producir bajo las mismas lógicas de mercado, es decir, en función del sistema capitalista.
Efectivamente, hoy nos encontramos con  distintas experiencias capitalistas al interior de los predios comprados por CONADI, como la producción de lupino, de arándanos, entre otros.   Como CAM somos enfáticos en señalar que un predio comprado por CONADI en base a la especulación, desarrollado a través de la intervención de  proyectos del Estado Chileno para su explotación,  no es un territorio liberado y no es un territorio recuperado para la reconstrucción de nuestro  Pueblo Mapuche,  por lo tanto, no podemos hablar de Control Territorial.
A su vez, existe otra realidad,  en que comunidades asumen compromisos de venta de parte de las forestales, a través de CONADI, con el compromiso previo de que estos bosques deben ser primero explotados.  En este sentido, se debe explicar que hay  zonas que por las movilizaciones de las comunidades y  las acciones de los ORT,  las forestales han debido abandonar los predios pues se han visto imposibilitadas de reinstalar faenas para la cosecha de los bosques, por parte de contratistas externos a las comunidades, por lo cual se han visto en la necesidad de cooptar a mapuche para cumplir dicha función.  Al respecto el objetivo de la CAM  es que las comunidades ingresen a los fundos y tomen posesión de estos a través de las recuperaciones productivas, de manera autónoma,  y no terminen trabajando para las forestales.
No se puede hablar de recuperación territorial si el predio forestal se sigue explotando bajo una lógica capitalista y en donde la empresa se lleva las ganancias, sólo porque los contratistas son mapuche.
Es decir, estamos frente a experiencias y resolución de los conflictos territoriales cuyas condiciones y rayado de cancha las pone el estado y el empresariado y no el Pueblo Mapuche. Es lamentable que después de años de lucha y resistencia, de ejercicio del control territorial, algunos sectores y comunidades terminen aceptando las condiciones del sistema y poniendo nuestro territorio al servicio de éste. En este tipo de experiencias gana el Estado Chileno y la oligarquía, porque se termina un conflicto, gana el latifundista que se queda con millones para comprar el triple de tierras o invertir en otros negocios y gana el sistema capitalista porque se da continuidad a la explotación de la tierra y los recursos naturales, el único que pierde es el Pueblo Mapuche en su concepción de vida.
Esta realidad, vuelve a confirmar nuestra apreciación de que continuamos siendo un pueblo ocupado por el estado Chileno y nuestro territorio sigue al servicio de los intereses de los grandes grupos económicos. No debemos analizar idealistamente los procesos pues esto nos lleva a la confusión. Nuestra lucha no puede terminar siendo capitalizada por el propio sistema al que nos domina, es fundamental transformar los predios recuperados en territorio mapuche liberado.
Las políticas de entrega de tierras  y sus programas pueden servir, en algunos casos, como mecanismos de resolución de nuestras demandas históricas pero en ningún caso pueden definir nuestros objetivos como Pueblo. Hay que tener claro que estas responden a un contexto histórico e ideológico y a los propios intereses de quienes las aplican.
Es por tanto un desafío de nuestro pueblo dar continuidad a la resistencia histórica que nos ha caracterizado por siglos y que en la actualidad se expresa en la lucha de las comunidades en conflicto y los órganos de resistencia, lo que ha significado que nos transformemos en uno de los polos de conflicto más importante de la realidad nacional.