Una nota importante, en el
siglo diecinueve – para ser precisos, en el Editorial del diario El Mercurio
del 25 de Junio de 1859, citada en Las
razones del Ilkum/enojo: Memoria, despojo
y criminalización en el territorio mapuche de Malleco libro escrito por
el abogado Martín Correa y Eduardo Mella, Trabajador Social (Ediciones LOM / Observatorio de los Pueblos
Indígenas 2010) El Mercurio que ya era claro, sin contrapeso, representante del
poder y de los que tomaran en sus manos el usufructo del país y “de las
necesarias y comprensibles” formas de violaciones de los derechos de los
habitantes de estos territorios a favor de estos nuevos dueños del país .
Violaciones que les aparecían como fundamentales para poder establecer control total, a cualquier precio
y hacer este país del futuro, moderno, transparente y con las múltiples
“pretendidas y aún inexistentes bondades sociales” que tanto defienden todavía.
En ese entonces, el planteamiento “moderno” era el genocidio contra el pueblo
Mapuche. En Argentina se llamaba “la guerra de las pampas”. En Chile se la
llamó “La Pacificación de la Araucanía”. Y así, sin nunca pacificar nada –que
no era el objetivo sino implementar la recomendación Mercurial de eliminar al
pueblo Mapuche que su nota editorial de la época- fabricaba algunos héroes
antojadizos para la fanfarria y la manipulación de la historia. Con prohéroes
como Cornelio Saavedra, se estableció la historia del pueblo Mapuche: despojo,
racismo, exclusión, encarcelamientos rutinarios y miseria programada. José
Bengoa, uno de los primeros en mirar la historia del pueblo Mapuche de modo
crítico, la llamó “La historia de la intolerancia”… esa característica tan
típica y nunca reconocida, por la sociedad oficial chilena. Cuanto presidente venía apareciendo, junto
con el apoyo de los poderes religiosos, militares, latifundistas y la nueva,
naciente aristocracia, siguió desarrollándose en cada detalle, sin sorpresas,
de modo racista y auto-justificado una sociedad injusta. El poder de la
“información” con el conocido concepto de “El Mercurio miente”, ha seguido
incambiable hasta nuestros días. La dictadura lo reafirmó y los 20 años de
colusión en el poder pretenden eternizarlo.
La cita en cuestión, dicha
entonces y válida ahora por las actitudes que vemos en las políticas del Estado
menciona: “…los hombres no nacieron para
vivir inútilmente y como animales selváticos, sin provecho del género humano; y una asociación de bárbaros, tan
bárbaros como los pampas o araucanos, no
es más que una horda de fieras que es urgente encadenar o destruir en el
interés de la humanidad y en bien de la civilización”.
La “Historia del Despojo”, incluye los intentos de exterminio y sus
justificaciones pomposas de diversos cuerpos policiales-militares, que con
intervalos de “descanso” mientras obediente y ambiciosamente se atacaba para
otro tipo de despojo: por “sugerencia” del Imperio Británico que deseaba el
control total del Salitre, entonces en los territorios de los países vecinos de
Bolivia y Perú. Esa fue la mal llamada y aún menos heroica “gesta de la Guerra
del Pacífico”. La no-independencia del español, que fuera impuesta por sus herederos
y clase en el poder, no cambió en intenciones de exclusión y deseo de
explotación para los que habían perdido su libertad y derecho a vivir
democráticamente bajo la Colonia. Con la llamada Independencia no las
recuperaron. Se mantuvo contra ellos la intolerancia y el matonaje…, esta vez
con la excusa de la "construcción" de este Chile sin equidad para
“todos los chilenos” y según el mandato de leyes que jamás fueron legítimas o
justas. Así, con esas “victorias” construían una imagen de poder e invencibilidad
que, ya en dictadura, escribieran en
letras de piedras pintadas con cal, gigantescas, en los cerros de Putre, allí
donde hay una fuerte base militar chilena: se trata de la frase torpe,
prepotente y provocadora de “Ejército
chileno, siempre vencedor, jamás vencida” (para que las llamas, los
guanacos y los pueblos andinos la leyesen… y que nada bueno recibieron de los
invasores)
La nota editorial del
autodenominado Decano Mercurial de ayer (“Violencia en la Araucanía”, página A-3 del
13 de diciembre 2011) es un ejemplo de conclusiones antojadizas,
falsas, basadas en montajes y sostenidas solo por un poder obcecado, nuevamente
y siempre racista. Cita como verdades los juicios más exentos de los principios
al debido proceso, basados en testigos sin rostro, usados con coimas,
utilizando “confesiones” obtenidas bajo torturas y luego refrendadas hasta por
la Corte Suprema que se plegó nuevamente ante el poder económico. Mantener
preso y miserable al Mapuche ha sido y es la fundamentación central del Estado
y de sus gobiernos. Criminalizar las justas demandas –apoyadas por todos los
organismos internacionales sobre los pueblos originarios y principios
democráticos de convivencia humana- sigue intacta en este nuevo editorial
Mercurial. Lavar las manos y cara de latifundistas y fiscales, generales de
Carabineros, latifundistas asociados, y que niegan su propia violencia, que es la única presente. Quienes se acercan al pueblo Mapuche ven y
reconocen, fuera de los afectados, una guerra
sucia contra el pueblo Mapuche. Esta guerra sostiene el aparataje del
control del mar, mineras, del agua, energía, de las forestales, plantas de
celulosa, educación, salud y todo el aparataje especulativo-comercial y de
bancos que super-explota al pueblo entero. La Constitución actual permite
asesinar impunemente, en violación con todos los tratados firmados por Chile de
Derechos Humanos y que deberían ser considerados leyes nacionales. Así,
personas como Rodrigo Cisternas (Laraquete 2007) Jaime Mendoza Collío (Malleco
2009), Alexis Lemún (en el
Fundo Santa Elisa de Ercilla, perteneciente a la Empresa Forestal Mininco), Matías
Catrileo (2008), Jaime Mendoza Collío (2009), Manuel Gutiérrez (2011), José
Henulao (menor desaparecido a manos de Carabineros conocidos y aún
impunes-2005) y de otros, además del encarcelamiento y tortura de todo el que
se atreva a desobedecer al patrón. La tortura -que incluye a niños y
comunidades enteras, que ha recrudecido, aunque parecía imposible ya por su
sostenida virulencia de las últimas décadas- no es ni siquiera nombrada por el
editorial tergiversador. “Mentir, mentir, que siempre algo queda”,
es un lema que viene desde el “nacimiento” de el Estado chileno. Perduró en el
siglo pasado y ahora, con muletas, parches y maloliente, no convence a nadie. Sus
estafas, fraudes, apropiaciones indebidas y defensa de las fortunas que
destruyen e hipotecan el futuro del país entero están afirmados en una
Constitución ilegítima y de una legalidad que nadie en el mundo reconoce (a
menos que sea parte de los que se disputan el botín del pueblo chileno)
Chile, -pese a que el país,
en más de un 80% aprueba la lucha por los derechos fundamentales-, controlado
por empresarios de estirpe pinochetista y especulativa, sigue jugando al
transparente y eficiente, en medio de su oscuridad que hoy se alumbra con cada
lucha por una dignidad que aparece como necesaria y posible.
De todo esto, El Mercurio,
defensor del poder inmoral social, económico, judicial y legislativo que
persigue a quien sea necesario y que busca transformar a la población entera en
consumidores ciegos y obedientes, miserables, nada dice. El pueblo Mapuche,
para el poder establecido y sus comunicadores, corresponde al dicho tan
repetido: “el único indio bueno es el indio muerto”. Pero el reloj de la historia va marcando otras
tendencias.
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