El caso de los crímenes de los degollados –ese crimen contra todos y cada uno de los chilenos- pone en juicio a algunos de sus responsables. Habla Manuel Guerrero, hijo de uno de los asesinados por el poder de quienes controlaban entonces el Estado.
http://manuelguerrero.blogspot.ca/2012/09/carta-abierta-al-sr-alberto-cardemil.html
La carta abierta que pone en su blog el concejal Manuel Guerrero se dirige a Alberto Cardemil, ex-subsecretario de Gobierno durante el período en que el dictador mismo estaba en el poder. En esos mismos días el padre de Manuel Guerrero fue secuestrado y, como Santiago Nattino Allende y José Manuel Parada Maluenda, fue cobardemente asesinado. Un crimen de lesa humanidad en el que nada se ha sabido de que ese personaje del poder de entonces, hoy “Honorable Diputado Alberto Cardemil”, haya hecho un gesto humano, para apartarse en forma digna, moralmente respetable de ese horrible crimen. Un gesto honorable. Sin embargo, los hechos son claros: "El blog de Guerrero: Carta abierta al Sr. Alberto Cardemil con ocasión de publicación de Oficios con su firma como Subsecretario del Interior año 1985". Ha pasado mucho tiempo pero la responsabilidad y culpabilidades no se han borrado ni desaparecerán jamás.
La
carta abierta de Manuel al diputado Cardemil no deja escapatoria.
Aunque, incluso, sea enormemente generosa: le permite, aunque en forma
tan tardía, establecer una actitud de autorrespeto. Desde el cargo que
ejercía el actual diputado no había forma de poder decir “yo no sé”, “yo
no supe”, “yo no tengo relación alguna con lo que entonces sucedía”. La
carta no deja ese espacio: nadie que tenga un mínimo de moralidad puede
“hacerse el tonto”. No es posible. Los tontos no participan ni encubren
crímenes tan espantosos como los denunciados. Especialmente cuando esa
misma persona tenía que referirse en público a esos hechos.
Justificarlos. Tan indignos eran que incluso el nunca bien recordado
General de Carabineros César Mendoza tuvo que renunciar a las (malas)
Juntas. Pero nada se ha escuchado de un acto de honorabilidad de quienes
mandaban en ese momento. Los tontos no cometen esos actos tan
inmorales. Son tontos: pero no son asesinos… ni cómplices de hecho y de
omisión. De ambas formas. Esos son crímenes cometidos por inmorales.
El
problema es que hoy nadie que haya participado en esos actos como parte
del poder criminal de entonces, puede pararse en el congreso, o en
lugar alguno, por mucho que su cargo le permita hacerse llamar Honorable Diputado,
y creer merecerlo. Manuel le da una opción. Y eso pone en la disyuntiva
a responsables de entonces de ser hoy genuinamente honorables en este
momento de la vida.
Gracias,
Manuel: nos haces a todos más honrados. Tu generosidad va más lejos,
abre la puerta en forma total a que sí se haga Justicia y no de que se
siga con la vergüenza de “hacer, cobardemente, justicia en la medida de
lo posible”. La inmoralidad de la rutina de varias décadas la haces
retroceder a ese terrible momento. Los asesinos quedan de nuevo ante
los hechos que ellos mismos consumaron. Y eso nos dignifica a todos. Nos
impone tener memoria… para que no exista olvido. Para que exista Justicia en un país entero que la merece.
Nadie que tenga la manos manchadas con sangre puede pasar desapercibido ni ser inocente.
José Venturelli, Pediatra. Vocero del Secretariado Exterior de la Comisión Ética Contra la Tortura
Siento una profunda admiración por Manuel Guerrero, por su calidad humana. Es fácil ser generoso cuando no has sido tocado en tus afectos, pero él siendo todavía un niño sufrió la más brutal de las experiencias y continúa rescatando lo bueno. Lo leo siempre porque me hace bien, reafirma mi fe en el Hombre, en la grandeza de su espíritu, y esta carta es una prueba más de ello. Continúa abriendo puertas para que entre la justicia, continúa dando pasos hacia la búsqueda de la verdad, propicia el entendimiento aunque choque como tantos otros en los mismos siniestros muros.
RispondiEliminaTambién al igual que usted pienso que a ninguno de los que participaron y mantuvieron Chile durante 17 años sumido en la más sangrienta dictadura se le debería permitir la participación directa en una democracia. Deberían ser inhabilitados para ocupar cualquier cargo o mandato público y, muchos deberían estar en la cárcel como el Alcalde Labbé, conocido torturador, por citar un ejemplo. No merecen confianza. No son dignos de ella.
No creo que este “honorable Diputado” tenga el coraje ni la decencia de hablar. No lo creo, aunque se le esté dando esta maravillosa oportunidad de reivindicarse como ser humano. Durante todos estos años han logrado esconderse cobardemente detrás de las leyes que continúan a perpetuar su impunidad, vergonzosamente han tratado de justificar sus crímenes, se han burlado de sus víctimas; pero hay algo que jamás podrán conseguir: ¡que olvidemos! A donde quiera que vayan siempre habrá alguien señalándolos porque la sangre de tantos chilenos aún está en sus manos.
Espero por Manuel y por todos los que han visto frustradas sus esperanzas de justicia que un día podamos encontrar la paz. Espero que un día Chile se lave su cara.
Ana María